Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.

Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños
.

Toma asiento y escucha con atención.

Siempre habrá un cuento que narrar.

sábado, 16 de enero de 2010

La Canción del Bardo

Todavía era un niño, un pequeño soñador que imaginaba más que vivía, cuando me interné en aquel lóbrego bosque, reclamado por una distante melodía que apenas percibía, en lo más profundo de la espesura. Sorteando torcidas raíces que se erigían abruptamente desde el suelo y evitando enzarzarme con los espinosos arbustos que trataban de entorpecer mi camino, me abrí paso hasta que esa música se hizo más nítida, sintiendo que la fascinación invadía por completo mi joven espíritu. Nunca había escuchado nada igual y ansiaba conocer cual era la fuente que irradiaba ese irrefrenable encantamiento musical.
La música cesó, pero proseguí mi rastreo y, tras unos titubeantes pasos, entre árboles y matorrales, vislumbré un pequeño claro en la frondosidad, donde había dispuesta un acogedora fogata sobre yesca, alrededor de la cual había cuatro figuras sentadas, aparentemente vestidas con andrajosos ropajes y herrumbrosas armaduras, que blandían sencillos laúdes tallados en madera y un rudimentario tambor de piel bovina, y que, en ese momento, callaban, provocando que la indómita sinfonía de la noche se adueñara de mis sentidos.

Me acerqué todavía más, absorto por la curiosidad, disponiéndome a observarles tras un robusto tronco de roble que me propiciaba ocultación aprovechando la tiniebla nocturna. Escudriñándoles detalladamente con mi ingenua mirada, pude apreciar que tenían sus ojos clavados en el fuego y una adusta expresión en su rostro que transmitía severidad, pero también serenidad. Escuché una rasgada voz que se elevó en el silencio, que hizo que aguzara mi oído inmediatamente, como intentando desentrañar ese halo misterioso que envolvía a la situación.

Mas no tuve que afinar mi percepción, pues esa voz se convirtió en canción, los laúdes en rasgada melodía y el tambor en su resonante camarada. Y la música cobró vida y mi vida encontró uno de sus sentidos más importantes. Pues ellos eran bardos, sin duda alguna, los primeros que conocí en los albores de mi juventud y me uní a ellos en cuanto su pasión abrazó mi corazón, dejándome llevar por las imágenes y percepciones que evocaban en mí esos primeros pasajes rítmicos y armoniosos, calando insondables en mi ser.

Yo me limité a sentarme a su lado y a deleitarme con sus composiciones e interpretaciones. Pero no sólo eso, también con sus cuentos e historias, que relataban con profunda maestría y que despertaban en mí un creciente interés. Conformaban un grupo de juglares que se aludía como el Guardián Ciego, siendo esta denominación su carta de presentación. Procedentes de un lugar distante pero hospitalario, viajaban por el mundo acompañados por sus instrumentos, sus fábulas y sus ilusiones, dejando a su paso un caleidoscópico reguero de quimeras y emociones. Innumerables eran sus seguidores.

Sentía que había encontrado lo que me había faltado durante mucho tiempo, una identificación de mis propias pasiones en sus canciones, una asimilación de mis sueños en sus relatos y una vocación que afloraba dentro de mí: convertirme en un trovador de la espesura, en un rapsoda errante que recogía cuentos y los narraba para aquellos que desearan escucharme, imbuyéndolos de ese sustrato legendario que debe tener toda gran historia. Algo que aprendí de ellos y que sigo aplicando en todos mis cuentos, incluso en las facetas de mi propia vida.

Durante más de una década, acompañándome durante mi juventud estuve siguiendo a estos juglares que inspiraban mis fantasías y dotaban de sinfonía a mis sueños, reuniéndome con ellos siempre que regresaban a mis tierras y disfrutando de su música en la lejanía, cantando sus canciones para recordarles como merecían. Pero con el inexorable devenir del Tiempo, nuestros caminos comenzaron a distanciarse irremediablemente, ya que opté por recorrer otras sendas al considerar que necesitaba otro tipo de motivaciones para inspirar mis inquietudes, mis arrebatadoras pasiones.

Nunca podría olvidar lo que hicieron por mí, a pesar de que ahora mis historias se fundamentan en un inagotable e imperecedero sentimiento, en el que encuentran su maravillosa inspiración. Por esta razón, muchos años después, en el umbral de mi madurez, he decidido volver a internarme en esa lúgubre floresta hasta llegar al primordial claro en el robledal donde los encontré por primera vez…


2 comentarios:

Sombragris dijo...

LLego aquí desde rincones como Pedro´s Island y Mi PASIÓN OSCURA.Comparto algunos de tus intereses así que con tu permiso...por aquí me quedo.

Pedro F. Báez dijo...

Tienes una imaginación fecunda y el don de hacernos transmitir la intensidad, el ardor y el nerviosismo de tu pasión que se desborda y reclama el sacrificio ceremonial de ponerte en la piedra con los brazos extendidos y los ojos cerrados para que venga el amor y te devore el corazón, adueñándose de tus sentidos... No temas. Es el acto más noble y supremo que puede efectuar un ser humano: entregarse a otro como si fueras tú el amor mismo. Escribí algo para Susurros y para ti en mi página. Es la materialización de mis deseos por vuestra felicidad y el florecimiento continuado de su relación. Sólo un pedido, encarecido y sincero: no la hagas sufrir jamás inmerecidamente. Ella es sol, arena y brisa debajo de la sombra y un vendaval podría transformarla en el más triste y árido de los desiertos. Confío en ti y en tu corazón. Abrazos