Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.

Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños
.

Toma asiento y escucha con atención.

Siempre habrá un cuento que narrar.

viernes, 2 de septiembre de 2011

¡Baila!






Él está sentado en la barra de un bar, solo, apurando la última copa de la noche, infructuosa de promesas incumplidas, borrosa en su mentira y en su soledad.


La ve, al final de la barra. De repente. Quizás es al final de alguna otra parte, no física. Ni siquiera sabe si es hombre o mujer, si es un concepto, una sensación. Le es tremendamente familiar. No puede apartar la mirada de aquello que no acierta a describir, ni siquiera en sus pensamientos.

Una melodía de piano irrumpe entre ambos, solemne y certera, como respuesta instantánea a toda su confusión.

Ella, él, quién sea, se levanta. Se le acerca. Se sirve una copa. Le mira fijamente. Sonríe. En su sonrisa no hay nada.

La música cada vez suena más fuerte. Un vaivén que gira entre los dos, de uno a otro lugar, inevitable. Lo centra todo.

La figura que se yergue en frente de él alarga su mano y toca sus dedos. En el punto más álgido de la música, la noche se convierte en su vida, su vida en la noche, y todo en oscuridad.
Y la voz empieza a susurrar:

"Me presento, soy el sentimiento

Que te confunde, cerca del corazón.

Vale es cierto, ya nos conocemos,

Vivo en tu fracaso y en tu decepción.


Oyes eso, esa melodía

Es nuestro turno, déjate llevar.

Cierra los ojos, y toda tu vida,

Baila conmigo toda la eternidad.


Y aunque no quieras bailar, bailarás.

Si te resistes mi danza te atrapará.

Sabes los pasos, sólo sigue el compás.

Fluye en tu cuerpo, no hay vuelta atrás.


El tiempo...

... es de cristal.

¿Y mi danza?...

... es inmortal.


Olvida, no recuerdes más.
Sigue los pasos... déjate llevar.


Y así seguiremos,
no tenemos prisa.
Mientras bailas
te consumirás.

Olvidando,
la melancolía,
pero también la risa
y todo lo demás.

Ojala tuvieras,
escapatoria.
No eres el primero
ni el último que bailará.

Besa mis labios,
fúndete en mi brisa,
baila conmigo
hasta el final.

Y así me pertenece tu vida,
así te entregas a mi tempestad,
de sueños gastados, y tristes sonrisas,
pesadas certezas, de danza infernal.


Es tarde, tuviste elección...

... ahora sólo polvo. El viento ya te borró.

¿Aún crees que puede cambiar?...

... por siempre...


¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!
¡Baila conmigo, baila conmigo, baila conmigo hasta el final!

Porque ya lo sabes... el tiempo es de cristal...

Pero mi danza es inmortal..."



El baile se prolonga, el tiempo se pulveriza, y el polvo se olvida con el viento que lo esparce en la inmensidad, mientras la figura de ambos, como una sola que nunca tuvo sentido en ningún momento como dos entes por separado, sigue danzando por siempre jamás.