Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.

Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños
.

Toma asiento y escucha con atención.

Siempre habrá un cuento que narrar.

lunes, 19 de noviembre de 2012

El León y el Ratón


Érase una vez un león, un fiero león, que dormía tranquilo a la sombra de un olivo, y un ratón, un pequeño ratón, comenzó a juguetear por encima de su cuerpo. Entonces el león se despertó y, enfurecido, atrapó entre sus garras al ratón. Y cuando se disponía a devorar al pequeño roedor, éste le suplicó:

- Por favor, señor león, perdóneme la vida y le compensaré cuando tenga ocasión.

El león se rió y lo dejó marchar, pues, a decir verdad, hacía poco que había comido y no tenía hambre en ese momento.

Pasó el tiempo, y estando el león cazando, no se dio cuenta y pisó donde no debía, siendo apresado con una cuerda a un frondoso árbol. Viendo que había sido capturado, el león empezó a lamentar amargamente su destino, pero fue entonces cuando apareció el pequeño ratón, que corrió al lugar al escuchar esos gritos.

Trepó por el árbol, se encaramó a la cuerda y con sus dientecillos la royó hasta romperla, dejando libre al sorprendido león. Entonces volvió a hablar el ratón:

- Hace unos días me perdonaste la vida, y te echaste a reír, pues pensaste nunca podría hacer algo por ti. Pues hete aquí, mi promesa queda saldada, ¡libre puedes ir!.

Y desde este día, hasta el final de los tiempos, se dice que los leones jamás volvieron a comer ratones.




Nunca desprecies a los que crees que no te podrían ayudar, pues si son sinceros, por pequeños que pudieran parecer, siempre tendrán algo que ofrecer.