Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.

Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños
.

Toma asiento y escucha con atención.

Siempre habrá un cuento que narrar.

sábado, 23 de mayo de 2009

Y años más tarde, la caja se abrió

Y de ella surgieron colores... colores vivos que dotaron nuestro entorno de diversos matices; colores que evocaban sentimientos, desde los más bajos y repugnantes instintos hasta las más puras de las virtudes; colores a los que acabamos acostumbrandonos, porque qué es el mundo si no una mezcla de colores que chocan, se funden, se retuercen y nos envuelven. Y pobres aquellos que no pueden distinguir esas pequeñas sutilezas, que acaban contemplando como todo se vuelve de una triste tonalidad gris, que viven confundidos porque no existe ninguna diferencia cuando tienen los ojos abiertos, por todo ello yo te sugiero que los cierres, ¡y que sueñes!

Y de ella surgieron los sonidos... sonidos que podemos catalogar como graves o agudos, que ascienden o descienden por una infinita escala, que nos llenan los oídos o que se deslizan suavemente como si no quisieran ser escuchados; sonidos que se juntan para formar grandes melodías y que son capaces de penetrar al fondo de nuestro ser para nuestro deleite, incluso pudiendo llegar a tocar lo incorpóreo, aquello que podemos llamar alma. Y pobres de aquellos que son incapaces de captar los sonidos, pues se pierden las maravillosas conversaciones que el mundo puede ofrecernos, las delícias auditivas que nos proporcionan majestuosas composiciones, o el simple trinar de un pajaro; por ello te sugiero que te tapes los oídos y te dispongas a elucubrar.

Y de ella surgieron las texturas... texturas dignas de experimentar y capaces de despertar pasiones, un simple contacto que nos puede transmitir seguridad, confianza, tristeza, complicidad, odio y cientos de sentimientos abstractos; texturas de toda índole, desde la suavidad de la piel de un bebé hasta la absoluta rugosidad de la corteza de un anciano arbol. Y en ocasiones esas texturas vienen acompañadas de otra cosa, de estímulos térmicos que se solapan, se mezclan para formar una sola cosa, el fino y frio hielo, el tacto granuloso de una taza de porcelana con té caliente. Que desdichados son aquellos incapaces de recibir la información que transmite nuestra piel, aislados del mundo, como si vivieran en un cuerpo que no es el suyo; por ello te insto a que juntes tus manos y dejes correr tu imaginación.

Y de ella surgieron los olores... olores que flotan por todas partes y que sin ningún tipo de reparo nos acechan y nos invaden a cada momento; olores que pueden sorprendernos bien por su inesperada frescura o su repugnante amargura; olores por los cuales somos capaces de identificar a personas, a objetos, a animales o incluso lugares; olores tan intensos que nos llegan a marear, o quizá nos obligan a derramar unas lágrimas, en resumidas cuentas, nos conducen a perder el control de nuestro cuerpo y de nuestros actos. Y que lástima no poder captar esos olores, no poder inspirar y llenar nuestros pulmones con un aroma dulzón y agradable; que lástima no poder percibir la muerte simplemente por su esencia; por este motivo te pediría que taparas tu nariz y que te concentres, que dejes que tu inventiva huela el mundo por ti.

Y de ella surgieron los sabores... sabores que son inherentes a cualquier objeto, que se encuentran impregnando nuestro alrededor; sabores que nos ayudan a sobrevivir discriminando entre aquellas cosas que pueden dañarnos; sabores que se quedan enraizados al fondo de nuestra boca, recordandonos aquello que hemos hecho o que hemos ingerido; sabores que nos pueden transportar al paraíso o sumirnos en el infierno, que pueden hacer nuestras delicias y provocarnos una inaudita felicidad. Y que pena no poder saborear la vida, no disfrutar de esos pequeños momentos que son capaces de aportarnos tanta satisfación, por eso yo os digo que rompais las cadenas de la razón, deis rienda suelta a la fantasía y saboreeis la vida a cada momento.

Y si sois capaces de soñar, elucubrar, inventar, imaginar y fantasear, estais preparados. Preparados para coger esos cinco sentidos que son constantes e infinitos, meterlos en un cubilete, agitarlos y lanzarlos sobre un papel para dar forma a una historia, un cuento que espero podamos escribir entre todos...

Un saludo y felices sueños, Gamínides

2 comentarios:

Maldoror dijo...

Maldito elfo alopécico Gamínedes, has tenido que destapar tu mágica caja y has logrado que este pobre y desdichado nihilista misantrópico derrame una lágrima al leer tu texto.

Te odio acérrimamente y eso es mucho más profundo que cualquier sentimiento amatorio.

Que tu agonía sea tan profunda como refleja tu faz, aborto.

Gamínides dijo...

Solo responderé con una onomatopeya... ¡Blup! Que es el impacto de tus palabras al penetrar en lo más profundo de mi ser.