La oscuridad le invadió, mas allá no había nada, no existía un mundo idílico, no existía el eterno castigo ni el reposo del alma, simplemente eso, la oscuridad infinita, intangible, donde cualquiera de sus sentidos eran inútiles, eso era la muerte, sin forma física, sin redención del alma, sin reencuentro con los seres queridos.
Pero, “¿Qué importaba todo aquello?”, “¿Qué mas daba tener una muerte sin sentido, cuando has tenido una vida tan vacua?”. Fue entonces cuando reflexionó, “¿Cómo podía ser capaz de dudar?”, “¿Cómo podía siquiera estar pensando en algo?”, “¿Se encontraba en una especie de purgatorio o es que quizás no había muerto y solo estaba sumido en un profundo sueño del que aun no era capaz de despertar?”.
Alcanzó a escuchar un sonido muy agudo, cómo un chirrido constante en la lejanía, poco a poco se acercaba mas y era mas audible, pero entonces el chirrido se tornó en eco, el eco en murmullo y el murmullo en palabras.
“.................*murmullo*……… *murmullo*………*murmullo*…p…o…r… Aedon!, ¿Sabes que te digo?... … Una vez conocí a un hombre, feo…regordete…pero tenia buen corazón, ¿sabes?...”
Hizo un esfuerzo por hablar, por gritar, por emitir algún sonido pero todo era inútil. Él no estaba, no existía cómo él estaba acostumbrado, estaba fundido con el aire, consciente de su presencia, de lo que le rodeaba, pero sin manos para tocar, ni ojos para ver, ni boca para hablar.
El silencio volvió, tan pronto cómo vino aquella voz se fue, pero, ¿Qué era esa voz?, ¿De donde procedía?, ¿Quién le hablaba de una forma como si a él le importase lo que tenía que decirle?. Era una voz suave, dulce, nerviosa, femenina, inquieta…
“Pues… el padre Albert no ha sabido decirme tu nombre….” La voz nuevamente. “Dice que te encontraron medio desnudo, sin nada, sin colgantes, sin anillos sin ningún tipo de recuerdo de tu familia ni nada. ¿Cómo te llamas?... hum… ya se…te pondré un nuevo nombre porque cuando despiertes te vas a sentir como si hubieses vuelto a nacer… te llamare… Eolan… si… Eolan… ¿Te gusta verdad?... ¿A que si?... Claro que si…¿Pues sabes una cosa, Eolan?, el otro día traté de hacer la comida y…”
La voz empezaba a ser agotadora, repetitiva, demasiado rápida, acabaría con la paciencia de cualquier criatura pero…amaba esa voz, era lo único que le daba la veracidad de seguir vivo, su único vinculo con el mundo real.
La muchacha visitó a “Eolan” durante varios días, le contaba lo que había hecho, las cosas que le gustaría hacer, le preguntó por cada herida de su cuerpo y de cómo una vez curó todo su cuerpo de llagas y quemaduras que le había provocado un desafortunado encuentro, le ordenaba una y otra vez que se despertara, pero era incapaz de hacerlo.
“Eolan… esta es la ultima vez que vengo a verte, me tengo que marchar ya y seguramente no vuelva en un tiempo, pero, claro, búscame cuando despiertes, ¿Vale?, entonces serás tu quien me cuente un montón de historias… bueno hasta pronto Eolan… Ah!! Se me olvidaba! Me llamo…”
El muchacho abrió los ojos doloridos, sentía la boca seca y la espalda rígida como una tabla de madera. Miró a su alrededor, estaba en una habitación con varias camas, vacías todas ellas. A su lado había una silla de mimbre y junto a ella un cubo lleno de agua enrojecida con sangre, del borde del cubo colgaba un trapo empapado con el agua teñida. Al parecer no solo fue un sueño, alguien estaba velando y se preocupaba por él. Pero en fin, fuese quien fuese ya no estaba allí...
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