Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.

Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños
.

Toma asiento y escucha con atención.

Siempre habrá un cuento que narrar.

domingo, 12 de junio de 2011

Tabubué

Ocurrió que Satné, hijo de Kemvesé, buscando el libro encadenado de Thot, vio en el templo a Tabubué, sacerdotisa de Bastet, y quedó tan impresionado que mandó a su servidor a ofrecerle diez deben de oro para que pasase una hora divirtiéndose con él. Pero ella le respondió: Soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Si tu dueño quiere lo que dices, que acuda a mi casa, donde nadie nos verá, de manera que no tendré que conducirme como una hija de la calle. Satné quedó encantado y fue en el acto a casa de Tabubué, donde ésta le dio la bienvenida y le ofreció vino. Después de haber alegrado su corazón quiso realizar lo que lo había llevado a ella, pero ella le dijo: No olvides que soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Si verdaderamente deseas hallar tu placer en mí, debes darme tus bienes y tu fortuna, tu casa y tus campos y cuanto posees. Satné la miró y mandó buscar a un escriba para que redactase un acta por la cual le cedía todo cuanto poseía.

Ella se levantó, se vistió de lino real transparente, a través del cual se veían sus miembros como los de las diosas y se embelleció. Pero cuando él quiso pasar a lo que había venido, ella lo rechazó diciendo: No olvides que soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Por esto debes repudiar a tu esposa a fin de que no tenga que temer que tu corazón se vuelva hacia ella. Él la miró y envió a sus servidores a que arrojasen a su mujer de la cama. Entonces ella le dijo: Entra en la habitación y échate sobre la cama; recibirás tu recompensa. Él se tendió sobre su cama, pero entonces entro un esclavo que le dijo: Tus hijos están aquí y reclaman a su madre llorando. Pero él se hizo el sordo y quiso pasar a lo que había venido.

Entonces Tabubué dijo: Soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Por esto te digo que tus hijos podrían buscar querella a los míos por tu herencia. Esto no debe ser y tienes que permitirme que mate a tus hijos. Satné le dio permiso para matar a sus hijos en su presencia y arrojar los cuerpos por la ventana a los perros y a los gatos.

Y bebiendo vino con ella oyó los perros disputarse los cuerpos de sus hijos.


Fuente: Sinuhé, El Egipcio de Mika Waltari.

No hay comentarios: