Ocurrió que Satné, hijo de Kemvesé, buscando el libro encadenado de Thot, vio en el templo a Tabubué, sacerdotisa de Bastet, y quedó tan impresionado que mandó a su servidor a ofrecerle diez deben de oro para que pasase una hora divirtiéndose con él. Pero ella le respondió: Soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Si tu dueño quiere lo que dices, que acuda a mi casa, donde nadie nos verá, de manera que no tendré que conducirme como una hija de la calle. Satné quedó encantado y fue en el acto a casa de Tabubué, donde ésta le dio la bienvenida y le ofreció vino. Después de haber alegrado su corazón quiso realizar lo que lo había llevado a ella, pero ella le dijo: No olvides que soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Si verdaderamente deseas hallar tu placer en mí, debes darme tus bienes y tu fortuna, tu casa y tus campos y cuanto posees. Satné la miró y mandó buscar a un escriba para que redactase un acta por la cual le cedía todo cuanto poseía.
Ella se levantó, se vistió de lino real transparente, a través del cual se veían sus miembros como los de las diosas y se embelleció. Pero cuando él quiso pasar a lo que había venido, ella lo rechazó diciendo: No olvides que soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Por esto debes repudiar a tu esposa a fin de que no tenga que temer que tu corazón se vuelva hacia ella. Él la miró y envió a sus servidores a que arrojasen a su mujer de la cama. Entonces ella le dijo: Entra en la habitación y échate sobre la cama; recibirás tu recompensa. Él se tendió sobre su cama, pero entonces entro un esclavo que le dijo: Tus hijos están aquí y reclaman a su madre llorando. Pero él se hizo el sordo y quiso pasar a lo que había venido.
Entonces Tabubué dijo: Soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Por esto te digo que tus hijos podrían buscar querella a los míos por tu herencia. Esto no debe ser y tienes que permitirme que mate a tus hijos. Satné le dio permiso para matar a sus hijos en su presencia y arrojar los cuerpos por la ventana a los perros y a los gatos.
Ella se levantó, se vistió de lino real transparente, a través del cual se veían sus miembros como los de las diosas y se embelleció. Pero cuando él quiso pasar a lo que había venido, ella lo rechazó diciendo: No olvides que soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Por esto debes repudiar a tu esposa a fin de que no tenga que temer que tu corazón se vuelva hacia ella. Él la miró y envió a sus servidores a que arrojasen a su mujer de la cama. Entonces ella le dijo: Entra en la habitación y échate sobre la cama; recibirás tu recompensa. Él se tendió sobre su cama, pero entonces entro un esclavo que le dijo: Tus hijos están aquí y reclaman a su madre llorando. Pero él se hizo el sordo y quiso pasar a lo que había venido.
Entonces Tabubué dijo: Soy una sacerdotisa y no una mujer despreciable. Por esto te digo que tus hijos podrían buscar querella a los míos por tu herencia. Esto no debe ser y tienes que permitirme que mate a tus hijos. Satné le dio permiso para matar a sus hijos en su presencia y arrojar los cuerpos por la ventana a los perros y a los gatos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario