La avalancha se convirtió en gritos de euforia cuando un ogro de tres metros y medio apareció en escena con una atarraga en sus manos. El muchacho apretó la mandíbula y contrajo los músculos de los brazos y las piernas, se estremeció al ver tal mole de carne, un escalofrío le recorrió la espina dorsal cuando la criatura abrió la boca para rugir mostrando una dentadura deforme y ennegrecida, las babas le colgaban desde las comisuras de los agrietados labios. El público, lejos de sentirse intimidado, elevó la voz en una explosión de éxtasis. El joven permaneció inmóvil con la mirada fija en su rival, esperó a que el ogro actuara primero.
No tuvo que esperar mucho, el ogro embistió contra él, pero como había predicho, era mas rápido, no le fue difícil apartarse de su camino. Así lo hizo, una vez, y otra, y otra a la vez que le lanzaba tajos allá donde sus brazos alcanzaban, aunque sus ataques eran poco certeros y solo le causaban heridas superficiales al ogro, le gente empezaba a abuchear la situación, pedían sangre, querían muerte.
El ogro enrojecía de furia, era una mala bestia de fuerza bruta, pero de inteligencia limitada. El muchacho empezó a sonreír de satisfacción y se dispuso a esquivar una nueva embestida, pero, algo salió mal, su pie resbaló con una zanahoria haciéndole perder el equilibrio.
Cuando recuperó la estabilidad ya era tarde, tenía al ogro en frente y antes de poder reaccionar, un brutal martillazo impacto contra su cabeza, cayó al suelo instantáneamente conmocionado, medio inconsciente, un agudo zumbido le ensordecía el oído y notó la calidez de la sangre derramarse por la oreja y por la cabeza donde recibió el impacto. El ogro rugió lo que parecía una maléfica risa, tiró el martillo lejos y apresó al desdichado con sus manos, lo levantó dos metros del suelo y comenzó a golpearle repetidamente en la cabeza con su puño derecho. Cada golpe producía un reguero de sangre que caía sobre la arena, empezó a perder la capacidad auditiva, todo sonaba lejano, con eco, tenía los ojos en blanco, no alcanzaba a distinguir nada, solo notaba los contundentes golpes que le sacudía violentamente la cabeza, era increíble ver como su cuello era capaz de aguantar tal castigo sin partirse en dos. Sus brazos y piernas colgaban pesados, agotados y empapados de la sangre que chorreaba desde su hinchado rostro, era imposible saber si continuaba vivo. El puño del ogro estaba totalmente tintado de color carmesí pese a que la sangre del joven era cada vez mas espesa. Cuando la criatura se aburrió lo suficiente lo dejo caer al suelo como si de un trapo sucio se tratase y fue en busca de su martillo. El muchacho quedó tendido en el suelo, boca arriba, observando las estrellas, el cielo nocturno, prefería que su ultima visión del mundo fuese el manto oscuro de la noche. Veía el firmamento en todo su esplendor, veía la blanca luna, radiante, observando su cuerpo maltrecho, su rostro deformado por la paliza, su dificultad para respirar, sus esputos sanguinolentos, sus lágrimas saladas y ensangrentadas. Mientras su visión se oscurecía vio de nuevo al ogro, levantando la atarraga por encima de su cabeza a punto de asestarle el golpe de gracia innecesario. La luz de sus ojos se apagó, solo alcanzo a escuchar… POR EL REY!!!!!!...
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