Apoyado en el tronco de un árbol, Russel encendió un cigarro.
“Creo que es el séptimo de la tarde” se dijo.
Repasó mentalmente las señas de los que iban a ser sus clientes.
Uno alto y con una armadura roja, y dos elfos
azules... drows... criaturas de la oscuridad. Cualquier individuo con un mínimo
de decencia y escrúpulos no aceptaría un trabajo con seres de esa calaña. Pero
por suerte o por desgracia si había algo de lo que Russel carecía era de
decencia y escrúpulos.
Quizá por eso cada vez tenía trabajos más extraños. Su vida era poco
más que una real y verdadera mierda.
Hacía tiempo que había dejado de vivir la típica vida de explorador,
triscando por los montes entre los árboles y la naturaleza.
Hacía tiempo que había dejado de vivir una vida que compaginara con la
palabra decencia.
De hecho… ¿había sido alguna vez decente su vida? Tenía que hacer un
gran esfuerzo para recordarlo.
Quizá hacía un par de decadas, cuando todavía era aquel explorador que
sí que triscaba por los montes, entre los árboles y la naturaleza, quizá en esa
época todavía era decente su vida.
Recordaba a duras penas lo que era sentirse un niño libre y con
sueños... hacía ya tanto tiempo... era una sensación difusa y distante. Había
olvidado también lo que era ser un joven adolescente... con toda una vida por
delante, plagada de esperanza.
“Esperanza... vaya mierda de palabra.” volvió a decirse mientras
apagaba ese séptimo cigarro.
En el fin del camino tres siluetas se acercaban, a pasos agigantados,
firmes.
Russel afinó su vista, y sonrió. Seguro que eran ellos.
No era gente que inspirara confianza, le daba lo mismo. Si le pagaban lo que le habían prometido
por guiarles desde el bosque de Tethir hasta las colinas púrpuras, hasta la
catedral maldita de Nerull, el Dios de la muerte, tendría más que suficiente.
Por lo que sabía, nadie había aceptado el trabajo hasta él.
Decían que era un trabajo ligado a la muerte y a la oscuridad…
Miedos, supersticiones... ¿qué importancia tenían para alguien a quien
le habían robado los sueños?
Sumido en sus pensamientos, cuando se quiso dar cuenta, sus tres
clientes ya estaban enfrente de él.
Ahora, podía analizarlos con detenimiento.
El más bajo de los tres era tan siniestro que llegaba a resultar
gracioso. Era uno de los drows, y una oscura capucha cubría su cabeza. Era
natural, los drows son especialmente sensibles a la luz del día, acostumbrados
a la eterna negrura de la infraoscuridad. Pero igualmente dejaba ver su rostro,
azul diabólico. Sus ojos no cesaban de moverse, inquietos, con morbosa
curiosidad.
A su derecha, otra elfa oscura de sinuosas formas y exacerbante
belleza. A Russel no le habría importado hincarle el diente, pero sus ojos le
miraron amenazantes, induciéndole con rabia a que ni se le pasara por la
cabeza. Se dio por aludido.
Y el que parecía el líder de la compañía era el más impresionante.
Sus dimensiones eran desmesuradas, y facilmente superaba los dos metros
de altura. Su constitución y musculatura eran bestiales, y su armadura, roja
con una inscripción cadavérica grabada en medio de su torso evocaba una
sensación pegajosa, un terror escondido.
Pero aun contando con su descomunal físico y con su atuendo, lo que más
inquietó a Russel, fue su rostro, inmutable, distante y a la vez ardiendo de
intensidad.
Una enorme cicatriz bañaba su pómulo izquierdo atravesándole el ojo y
manteniéndolo entrecerrado.
- ¿Eres tú quien ha enviado Kargar el infame?- gruñó en un estallido de
fuerza.
- Sí, ese soy yo.
De repente se hizo el silencio, un silencio que incomodó a Russel.
¿Qué decir? ¿Cómo romper el hielo con esta gente?
- Debéis ser Garathor, Iyandra y Tanelorn.- dijo siendo lo único que se
le ocurrió decir.
Callaron mirándole fijamente a los ojos.
- Bien, bien, me tomaré eso como un sí. Yo soy Russel, encantado.
Hechas las presentaciones y ya que tenéis tantas ganas de hablar, partamos ya.
Nos esperan unos pesados días de viaje. Cuando lleguemos a las colinas
púrpuras, sólo yo conozco los caminos exactos para no cruzarnos con compañías
no deseadas.
- Al contrario, cuantos más enemigos nos crucemos, mejor.- dijo
Garathor desenvainando su hacha de batalla.- Me encantará proporcionarles una
muerte digna del segador de almas.
Russel se quedó mirándolo y una gota de sudor recorrió su frente.
- Bueno... como quieras.
- Bueno... como quieras.
Por un momento se arrepintió del cauce que había tomado su vida. Si no
lo hubiera tomado, nunca se vería rodeado de gente como ésta.
Resopló algo confuso y se encaminó hacia las colinas púrpuras, donde
llevaban semanas ocurriendo acontecimientos extraños.
Y que extraños serían los acontecimientos que surcarían su vida a
partir de ese preciso momento. Quizá nunca debió aceptar ese trabajo.
1 comentario:
Interesante. Es un tipo curioso ese Russel... Lo que deja en suspenso es si lo matan o él los mata a ellos. Viendo al trío... probablemente lo primero.
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