Silencio fue lo que hubo tras esta afirmación, durante unos instantes que se tornaron interminables, en los que esa severa voz repicaba en los sorprendidos sentidos de la elfa, mientras la presa de unos fornidos brazos comprimía su esbelto cuerpo contra el frío metal. Trató de desembarazarse inútilmente, pues no sólo se hallaba sometida por la fuerza, también percibía una inexplicable sensación de sosiego que doblegaba su voluntad, como si deseara ser abrazada de esa manera y por esa persona. A pesar de esto, logró recuperar la lucidez cuando fue consciente de la situación en la que se encontraba y pudo articular palabras, contundentes y certeras:
- Sólo busco escapar. Y para ello necesito encontrar al unicornio, que me guiará hasta el mundo de los sueños, donde podré ser eternamente feliz.
- Encontrar al unicornio… –sopesó sus palabras hasta que volvió a reaccionar– ¿Y de quién buscas escapar? –la presa se estrechó ligeramente, como si hubiese sentido la repentina necesidad de evitar que se marchara al escuchar la respuesta.
- De mi existencia, de mi entorno, de mi vida… - el tono de la dama era lacónico, cargado de ecos plúmbeos que se alzaban en armonía con el rumor de la cascada.
Los brazos cedieron inmediatamente, como si con esas palabras hubiesen sido vencidos por una trágica evidencia, y esto fue aprovechado por la mujer, que se movió con felina celeridad hacia sus ropas, poniéndose la túnica apresuradamente para tomar el arco con firmeza, cargando una flecha con la que apuntó al individuo que la había sorprendido en su placidez nocturna. Sabía a quién contemplaría, pero no lo que provocaría esa visión, pues en cuanto se dispuso a disparar contra él, no sólo vio a ese elfo que observaba el horizonte boscoso desde una elevación, con una contundente determinación, ahora esa mirada estaba destinada hacia ella, incluso resplandecía iridiscente en la tiniebla, prendida por un sentimiento que no se atrevía a imaginar.
- Has de perdonarme. Supe que me mirabas desde el bosque y presentí que rastreabas mi presencia. Por lo tanto, te busqué, te encontré, aguardé y te sorprendí cuando menos pudieras esperarlo. –el avezado guerrero unió la palma de sus manos, inclinándose hacia delante a modo de sentida disculpa y prosiguió hablando, colmando el ambiente con su reposada entonación– Soy el Guardián de estas tierras, ese es mi sino. ¿Puedo saber qué deseas?
- Mi deseo es huir –dijo ella– Tú has hecho que me sienta atrapada. No quiero ningún mal para este lugar…sólo continuar con mi búsqueda sin perturbar ese destino tuyo –el desdén con el que pronunció estas frases incluso la estremeció a ella–.
- Lo comprendo –asintió él, permaneciendo dentro del lago, hasta los tobillos– más de lo que piensas. Si estoy aquí, es porque yo también he escapado de mi propia vida. Habito en la soledad del bosque, lo protejo de cualquier tipo de hostilidad que pueda exponerlo al peligro.
- ¿Y acaso yo he amenazado de alguna manera este bosque, Guardián? –preguntó ella con comedido sarcasmo.
- No, desde luego que no –negó suavemente y una sonrisa ilustró su fino rostro– No sabría explicar qué me ha ocurrido, pero desde el momento en el que te he contemplado desde el risco, has inspirado un sentimiento en mí que trasciende a mi comprensión. Has hecho que olvide mi cometido aquí y has despertado mi curiosidad, que llevaba incontables eras en letargo, Soñadora.
- Me ha ocurrido lo mismo –terminó por reconocer, apartando su mirada hasta sentirse extrañamente ruborizada al escuchar la manera de referirse a ella– En realidad sí te he buscado por la floresta, con un entusiasmo que tampoco puedo explicar, Guardián.
- En ese caso, no busquemos explicaciones…
El Guardián caminó hasta la Soñadora, recorriendo una distancia que al principio parecía ser más lejana de lo que realmente era, creando bucles en el agua con cada una de sus pisadas. La Soñadora dejó de enfilar su arco contra el Guardián, y se limitó a aguardar su llegada, sintiendo que una espera mucho más prolongada, incluso de años, estaba llegando a su fin. Se encontraron el uno frente al otro y todos los sonidos se apagaron, el mundo se había detenido para que los dioses disfrutaran de este esperado instante. Las mejillas de la elfa irradiaban un inocente fulgor escarlata, que se vio acentuado cuando él la tomo de la mano y se fue arrodillando lentamente, hasta clavar una de sus rodillas en el empapado suelo. Y sin dejar de mirarla a los ojos, las palabras manaron como esa catarata que se despeñaba en un inexorable torrente de agua hasta el lago, siguiendo el curso natural de las cosas.
- Seré el Guardián de tus sueños. No sé quién eres, pero no me importa, pues es como si te conociera desde tiempo inmemorial. –tras una efímera pausa, añadió– Si tu deseo es encontrar a ese unicornio, te ayudaré, pues eso será lo que me permita estar a tu lado.
Un súbito vacío ahogó la respiración de la hechicera, que no podía creer lo que estaba escuchando, sin embargo ansiaba esas palabras más que ninguna otra cosa en este mundo. Se mantuvo impávida, sabiendo qué contestar, pero demorando su respuesta, como si gozara al ver la creciente preocupación que se plasmaba en el rostro del elfo a medida que transcurrían los silenciosos segundos. Hizo acopio de atrevimiento hasta culminar con una sonrisa que preludió graciosamente esa réplica que se proyectó a través de sus apetecibles labios.
- Siempre has sido el Guardián de mis sueños. Tampoco te conozco, pero no lo necesito, pues es como si confiara en ti más que en mí misma. –le miró detenidamente a los ojos a pesar de su notable timidez– Ven conmigo, encontremos al unicornio, escapémonos de esta vida, pues por eso estamos aquí los dos.
Fueron estas palabras las que sellaron un vínculo que no era en absoluto eventual, pues en este mundo no había nadie más que ellos y sus sentimientos. Pero eso no lo sabían y se limitaron a retomar esa búsqueda que parecía haberlos reunido, pues ella perseguía esos sueños que la permitieran escapar y él necesitaba protegerla para que pudiera cumplir sus anhelos. Ambos desconocían dónde podría encontrarse ese legendario corcel de infinita magia, por lo que comenzaron por salir del bosque y dirigirse hacia el norte, en el que se alzaba amenazante un monumental horizonte montañoso, invadido por una neblinosa mortaja. Las temperaturas descendieron vertiginosamente a medida que ascendían por la escarpada cordillera, hasta que llegó la noche y se vieron impelidos a buscar un refugio para evitar perecer congelados. Las dotes de exploración de ella junto al sentido de la supervivencia de él obtuvieron sus resultados, cuando se toparon con una pequeña gruta en mitad de la pared rocosa, y allí decidieron pasar las horas
Una vez estuvieron dentro, el Guardián preparó un pequeño círculo con piedras, colocando en el centro yesca suficiente para alimentar una buena fogata, y cuando pretendía encenderla con el pedernal que guardaba en su cinto, la Soñadora colocó su mano sobre su pecho para que se detuviera, apaciguando su impulsivo ímpetu con una dulce sonrisa. El elfo se retiró inmediatamente, intrigado, dejando que se ocupara ella, que tan sólo tuvo que concentrarse un instante y pronunciar una sortílega letanía, para que de su mano se proyectara una tenue llama que hizo arder la leña instantáneamente.
- ¿Magia? –inquirió él, perplejo pero con un risueño gesto.
- Sueños –respondió la elfa con sus ojos clavados en la hoguera– En este mundo de fantasía, imaginar es poder, soñar es magia. No hay nada que no podamos hacer si utilizamos nuestra imaginación.
- ¿Por esa razón buscas al unicornio?
- Así es –afirmó ella, pero hizo una pausa, como si no se sintiera del todo convencida de lo que estaba diciendo, hasta que finalmente continuó– Para que me lleve a ese mágico lugar donde nunca dejaré de soñar.
La lumbre calentaba toda la caverna, ofreciéndoles el bienestar del que precisaban en la helada noche. Aún así, él la tomó entre sus brazos, ella se dejó arropar y se acopló en su cuerpo, tumbándose sobre su pecho para escuchar los enérgicos latidos de su corazón mientras desaparecía cualquier atisbo de frío que pudiera atenazarla. Ninguno de los dos se movió, simplemente se mantuvieron abrazados en silencio hasta que llegó un nuevo amanecer.
- Sólo busco escapar. Y para ello necesito encontrar al unicornio, que me guiará hasta el mundo de los sueños, donde podré ser eternamente feliz.
- Encontrar al unicornio… –sopesó sus palabras hasta que volvió a reaccionar– ¿Y de quién buscas escapar? –la presa se estrechó ligeramente, como si hubiese sentido la repentina necesidad de evitar que se marchara al escuchar la respuesta.
- De mi existencia, de mi entorno, de mi vida… - el tono de la dama era lacónico, cargado de ecos plúmbeos que se alzaban en armonía con el rumor de la cascada.
Los brazos cedieron inmediatamente, como si con esas palabras hubiesen sido vencidos por una trágica evidencia, y esto fue aprovechado por la mujer, que se movió con felina celeridad hacia sus ropas, poniéndose la túnica apresuradamente para tomar el arco con firmeza, cargando una flecha con la que apuntó al individuo que la había sorprendido en su placidez nocturna. Sabía a quién contemplaría, pero no lo que provocaría esa visión, pues en cuanto se dispuso a disparar contra él, no sólo vio a ese elfo que observaba el horizonte boscoso desde una elevación, con una contundente determinación, ahora esa mirada estaba destinada hacia ella, incluso resplandecía iridiscente en la tiniebla, prendida por un sentimiento que no se atrevía a imaginar.
- Has de perdonarme. Supe que me mirabas desde el bosque y presentí que rastreabas mi presencia. Por lo tanto, te busqué, te encontré, aguardé y te sorprendí cuando menos pudieras esperarlo. –el avezado guerrero unió la palma de sus manos, inclinándose hacia delante a modo de sentida disculpa y prosiguió hablando, colmando el ambiente con su reposada entonación– Soy el Guardián de estas tierras, ese es mi sino. ¿Puedo saber qué deseas?
- Mi deseo es huir –dijo ella– Tú has hecho que me sienta atrapada. No quiero ningún mal para este lugar…sólo continuar con mi búsqueda sin perturbar ese destino tuyo –el desdén con el que pronunció estas frases incluso la estremeció a ella–.
- Lo comprendo –asintió él, permaneciendo dentro del lago, hasta los tobillos– más de lo que piensas. Si estoy aquí, es porque yo también he escapado de mi propia vida. Habito en la soledad del bosque, lo protejo de cualquier tipo de hostilidad que pueda exponerlo al peligro.
- ¿Y acaso yo he amenazado de alguna manera este bosque, Guardián? –preguntó ella con comedido sarcasmo.
- No, desde luego que no –negó suavemente y una sonrisa ilustró su fino rostro– No sabría explicar qué me ha ocurrido, pero desde el momento en el que te he contemplado desde el risco, has inspirado un sentimiento en mí que trasciende a mi comprensión. Has hecho que olvide mi cometido aquí y has despertado mi curiosidad, que llevaba incontables eras en letargo, Soñadora.
- Me ha ocurrido lo mismo –terminó por reconocer, apartando su mirada hasta sentirse extrañamente ruborizada al escuchar la manera de referirse a ella– En realidad sí te he buscado por la floresta, con un entusiasmo que tampoco puedo explicar, Guardián.
- En ese caso, no busquemos explicaciones…
El Guardián caminó hasta la Soñadora, recorriendo una distancia que al principio parecía ser más lejana de lo que realmente era, creando bucles en el agua con cada una de sus pisadas. La Soñadora dejó de enfilar su arco contra el Guardián, y se limitó a aguardar su llegada, sintiendo que una espera mucho más prolongada, incluso de años, estaba llegando a su fin. Se encontraron el uno frente al otro y todos los sonidos se apagaron, el mundo se había detenido para que los dioses disfrutaran de este esperado instante. Las mejillas de la elfa irradiaban un inocente fulgor escarlata, que se vio acentuado cuando él la tomo de la mano y se fue arrodillando lentamente, hasta clavar una de sus rodillas en el empapado suelo. Y sin dejar de mirarla a los ojos, las palabras manaron como esa catarata que se despeñaba en un inexorable torrente de agua hasta el lago, siguiendo el curso natural de las cosas.
- Seré el Guardián de tus sueños. No sé quién eres, pero no me importa, pues es como si te conociera desde tiempo inmemorial. –tras una efímera pausa, añadió– Si tu deseo es encontrar a ese unicornio, te ayudaré, pues eso será lo que me permita estar a tu lado.
Un súbito vacío ahogó la respiración de la hechicera, que no podía creer lo que estaba escuchando, sin embargo ansiaba esas palabras más que ninguna otra cosa en este mundo. Se mantuvo impávida, sabiendo qué contestar, pero demorando su respuesta, como si gozara al ver la creciente preocupación que se plasmaba en el rostro del elfo a medida que transcurrían los silenciosos segundos. Hizo acopio de atrevimiento hasta culminar con una sonrisa que preludió graciosamente esa réplica que se proyectó a través de sus apetecibles labios.
- Siempre has sido el Guardián de mis sueños. Tampoco te conozco, pero no lo necesito, pues es como si confiara en ti más que en mí misma. –le miró detenidamente a los ojos a pesar de su notable timidez– Ven conmigo, encontremos al unicornio, escapémonos de esta vida, pues por eso estamos aquí los dos.
Fueron estas palabras las que sellaron un vínculo que no era en absoluto eventual, pues en este mundo no había nadie más que ellos y sus sentimientos. Pero eso no lo sabían y se limitaron a retomar esa búsqueda que parecía haberlos reunido, pues ella perseguía esos sueños que la permitieran escapar y él necesitaba protegerla para que pudiera cumplir sus anhelos. Ambos desconocían dónde podría encontrarse ese legendario corcel de infinita magia, por lo que comenzaron por salir del bosque y dirigirse hacia el norte, en el que se alzaba amenazante un monumental horizonte montañoso, invadido por una neblinosa mortaja. Las temperaturas descendieron vertiginosamente a medida que ascendían por la escarpada cordillera, hasta que llegó la noche y se vieron impelidos a buscar un refugio para evitar perecer congelados. Las dotes de exploración de ella junto al sentido de la supervivencia de él obtuvieron sus resultados, cuando se toparon con una pequeña gruta en mitad de la pared rocosa, y allí decidieron pasar las horas
Una vez estuvieron dentro, el Guardián preparó un pequeño círculo con piedras, colocando en el centro yesca suficiente para alimentar una buena fogata, y cuando pretendía encenderla con el pedernal que guardaba en su cinto, la Soñadora colocó su mano sobre su pecho para que se detuviera, apaciguando su impulsivo ímpetu con una dulce sonrisa. El elfo se retiró inmediatamente, intrigado, dejando que se ocupara ella, que tan sólo tuvo que concentrarse un instante y pronunciar una sortílega letanía, para que de su mano se proyectara una tenue llama que hizo arder la leña instantáneamente.
- ¿Magia? –inquirió él, perplejo pero con un risueño gesto.
- Sueños –respondió la elfa con sus ojos clavados en la hoguera– En este mundo de fantasía, imaginar es poder, soñar es magia. No hay nada que no podamos hacer si utilizamos nuestra imaginación.
- ¿Por esa razón buscas al unicornio?
- Así es –afirmó ella, pero hizo una pausa, como si no se sintiera del todo convencida de lo que estaba diciendo, hasta que finalmente continuó– Para que me lleve a ese mágico lugar donde nunca dejaré de soñar.
La lumbre calentaba toda la caverna, ofreciéndoles el bienestar del que precisaban en la helada noche. Aún así, él la tomó entre sus brazos, ella se dejó arropar y se acopló en su cuerpo, tumbándose sobre su pecho para escuchar los enérgicos latidos de su corazón mientras desaparecía cualquier atisbo de frío que pudiera atenazarla. Ninguno de los dos se movió, simplemente se mantuvieron abrazados en silencio hasta que llegó un nuevo amanecer.
2 comentarios:
No te hagas periodista.. es un mundo demasiado manipulado y muy poco romántico... (ya escribes bien, no hace falta un título para aportar buen material). Aún así, cada uno tiene que perseguir su sueño... Un saludo.
Por fin dispongo de suficiente tiempo para regresar y leerte y comprobar lo que sé desde que te leí por primera vez: sabes escribir. Pero más que eso. Tienes, lo mismo que tu media naranja, dominio absoluto sobre el lenguaje y la técnica de la narración. Leerte es como acudir al paso y luego meterse de lleno en el torrente de un río que nos arrastra y nos lleva a riberas desconocidas pero llenas de promesa y sobre todo, de una prodigiosa imaginación. Por el comentario que hace la persona anterior, deduzco que quieres ser periodista. Yo discrepo con esta persona en cuanto a tu elección, si es que así lo decides. Sí, el periodismo actual está extremadamente manipulado y viciado y responde, en su casi totalidad, a intereses corporativos my poderosos de diferentes bloques políticos a través del mundo. Sin embargo, si tienes y mantienes tu integridad como profesional y como ser humano, harás la diferencia en un universo cada vez más mecanizado y trivializado por los medios de comunicación. No dejes jamás, sin embargo, de ser CREADOR, ante todo. Dice un viejo aforismo que "el periodismo es la tumba del escritor". Si sientes que comienzan a caerte las paletadas de tierra sobre el ataúd de tu proceso creativo, echa a andar y deja el periodismo. No mires atrás. Siempre es posible la resurrección mientras queden cerebro, corazón y deseos de ver el mundo con ojos de artista. Un fuerte abrazo para ti desde mi soleada Isla.
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