Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.

Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños
.

Toma asiento y escucha con atención.

Siempre habrá un cuento que narrar.

martes, 9 de febrero de 2010

Colores


Abro los ojos, y solo veo sombras, difuminadas formas de lo que es la realidad. Veo el bosque, los arboles, los ríos, las hojas que cubren el suelo, las flores, el musgo y las rocas; pero ya no son lo mismo, no son como los recuerdo. Veo vida, ardillas y pájaros en las ramas, pequeños insectos revoloteando buscando néctar, veo correr a los ciervos y saltar a los conejos. ¿Pero dónde están sus colores, se los ha llevado el invierno?

Y de pronto aparece un niño, y lleva entre las manos una cosa que guarda con recelo y con exquisita ternura, acariciándola con sus dedos. Y se acerca lentamente hasta donde yo estoy, un paso tras otro, mirándome fijamente, y distingo un azul claro, una mirada profunda, eterna, infinita; los ojos más dulces que jamás haya podido ver. Me sorprende, pues algo ha roto la escala de grises, y me quedo observándole atentamente, hasta que al final se para frente a mí. Y muy despacio separa sus manos, y de ellas sale una luz, una pequeña esfera de fantasía, que flota suspendida ante mi cara, salpicada de cientos de colores que se muestran de forma fugaz, uno tras otro en una danza incesante y vivaz.

Y de repente, de la resplandeciente bola de luz empiezan a saltar distintos rayos que impactan sobre todo lo que hay a mi alrededor, tintándolo de sus diferentes matices. Y de verde se tornaron las hojas de los arboles, y la corta hierba del suelo, y los tallos de las flores, y el musgo de las rocas. Y de marrón los troncos, y la tierra del suelo, y las hojas secas que caían lentamente mecidas por el viento, y también el pelaje de un alce y las alas de un pájaro. Y de amarillo, rojo, rosa, violeta y muchas más tonalidades se pintaron las flores, y las vistosas mariposas, y las plumas de muchas aves. De azul se tiñó el cielo, con sus pinceladas blancas y de repente todas aquellas sombras desaparecieron.


Pero yo me miré las manos, y todavía continuaban grises, y mi ropa… Todo había recuperado su color, el mundo que me rodeaba, pero yo no; algo quedaba en mi interior, y comprendí que no era el invierno, que había sido mi tristeza. Y alcé la vista otra vez, y me encontré con ese niño, y en su cara una sonrisa, y en sus ojos la misma profundidad. Me arrodillé para levantarme, aturdido, y en el preciso instante en el que me ponía en pie el pequeño abrió sus brazos y me rodeó con ellos, y sentí como sus pequeñas manos se apoyaban sobre mi espalda, y su cabeza en mi pecho, y el candor de su cuerpo, y el olor de su pelo. Nos quedamos así un buen rato, yo cerré los ojos para centrar mis sentidos en esa agradable sensación. Y al rato, cuando volví a abrirlos lo eché de menos. ¿Dónde estaban esos ojos azules, inmensos como el cielo, profundos como el océano?¿Dónde ese abrazo tierno?¿Dónde estaba ahora el agradable perfume de ese pequeño, su dulce sonrisa y todos esos colores que habían salpicado el bosque de los más espectaculares matices? Yo tengo la respuesta, no se los ha llevado el invierno, solo ha sido mi tristeza… Y de repente una lágrima se escapó de mis ojos, descendió lentamente por mi mejilla hasta precipitarse desde mi cara; extendí la mano para interceptar su caída, y al chocar contra mi palma pasó lo inesperado, mi piel volvió a recobrar su tono rosado que se apoderó rápidamente del resto de mi ser.

Finalmente lo comprendí, con esa lágrima desechaba la melancolía y noté en mi interior como florecía la alegría, y apartada la desazón y el temor, volvió a mi la vida. Un imaginario abrazo, un roce de nuestras manos, imaginar tus labios y mis labios, besándonos; y pensar que pronto se hará realidad y podremos ser felices juntos. El amor sincero como el de un niño, la pasión del mar rompiendo contra las rocas, el color de un bosque florido en primavera, todo eso quiero conseguir a tu lado.

2 comentarios:

Vainilla dijo...

Mi piacciono i colori, mi piace tutto quello che hai immaginato che saremo insieme, l'amore che hai mi ha ispirato a fare, devo ammettere che anche io desidero che davvero. Ti amo.

Vainilla dijo...

Me gustan tus colores, me gusta todo lo que has imaginado que haremos juntos, me encanta que te hayas inspirado en mi para hacerlo, he de reconocer que realmente yo tambien deseo todo eso. Te quiero.