Son diversas las formas de interpretar un camino, un largo devenir, que puede, por analogía, considerarse como el propio destino, por lo que ese camino se convierte en un irremediable viaje que recorrer. También, cómo una estela que dejamos a medida que avanzamos, por lo que ese camino sólo existe cuando nosotros lo caminamos. Incluso, cuando la superstición no invade al pretendido raciocinio, los azares se transmutan en causas, que son las que nos empujan a las distintas sendas que emprendemos por acontecimientos pasados, por lo que ese camino que parecía casual en su origen, se constituye por las decisiones de nuestro caminar.
Muchos son, asimismo, los tipos de camino, tan dispares cómo entes vagan por cuántos mundos pudieran existir, pero en un punto convergen, en su final, un final que ninguno de nosotros podemos elegir y en el que ninguno de nosotros queremos pensar, no al menos cuando la disposición quiere eludir la angustia.
Pero, pase lo que pase, ocurra cuanto ocurra, a pesar de que nos empeñemos en volver la vista atrás con esa endémica melancolía que aflige a todo ser humano que considera que cualquier pasada travesía siempre fue mejor recorrida, el camino sigue ante nosotros, bajo nuestros pies, sea predestinado, recreado, decidido, en compañía o soledad.
Es por eso, y mucho más, que lo importante no es el fin del camino, sino el camino en sí mismo.
Muchos son, asimismo, los tipos de camino, tan dispares cómo entes vagan por cuántos mundos pudieran existir, pero en un punto convergen, en su final, un final que ninguno de nosotros podemos elegir y en el que ninguno de nosotros queremos pensar, no al menos cuando la disposición quiere eludir la angustia.
Aunque sí hay algo que podemos elegir, con quién queremos recorrer ese camino y hacia qué lugares queremos que nos lleve. Pero los senderos se bifurcan e, incluso, difuminan, cuando teníamos esa trascendental certeza de que conocíamos por dónde transitábamos. Ese 'quién que me acompañaba' se convierte en un 'por qué me acompañó' y ese lugar al que 'quería' llegar, no era más que el 'espejismo' de una ficción.
Pero, pase lo que pase, ocurra cuanto ocurra, a pesar de que nos empeñemos en volver la vista atrás con esa endémica melancolía que aflige a todo ser humano que considera que cualquier pasada travesía siempre fue mejor recorrida, el camino sigue ante nosotros, bajo nuestros pies, sea predestinado, recreado, decidido, en compañía o soledad.
Es por eso, y mucho más, que lo importante no es el fin del camino, sino el camino en sí mismo.
4 comentarios:
Es una reflexión muy acertada, no podría estar más de acuerdo, tío.
Yo también pienso que es muy acertada, muchas veces he requetevolteado en mi cabeza esto que dices hoy aquí.
Me encanta tu manera de escribir... He leído varias entradas, y el cuidado del lenguaje y la expresión... perfecto. Un saludo. K.A
¡Me alegra que estemos todos en el mismo sendero, en ese caso! Y, por supuesto, esta reflexión, que he decorado con letras, es la mía, la tuya, la de nosotros, la de todos los que caminamos. Gracias por valorar mis palabras :)
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