LA ROSA NEGRA
Era la mañana de la vida,
aún vibraba mi tierna ingenuidad,
tu mano se convirtió en mi deriva,
abriste una ancha herida mortal.
Fue en un bello jardín, te tomé,
rosa negra por siempre funesta,
a tus espinas el corazón arrojé,
de mi alma cuán poco resta.
Es el eco pálido de tu voz,
que me hunde en el abismo,
proferiste cruel tu último adiós,
te desvaneciste cual espejismo.
Será este mi cruento destino,
el recuerdo no halla consuelo,
es por eso que ahora te digo:
para ti viví y por ti muero.
Rosa negra por siempre funesta,
ni un vestigio de mi alma resta.
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