Tic-tac, tic-tac… suena el reloj constante, se suceden los segundos… tic-tac, tic-tac. No me puedo dormir, tengo miedo de no escuchar el repicar incesante del segundero. Tic-tac… se vuelve cada vez más lento, y a continuación más deprisa. Pienso en ella, como cada noche, extiendo mi mano para tocarla pero no está, la cama se vuelve inmensa. Suspiro y tic-tac. Y recuerdo el tiempo que estuvimos juntos; que poco, que rápido pasaba y ahora que lento, ahora que se ha marchado. ¿Por qué? Solo encuentro una respuesta en la soledad de la noche y mi respuesta no es otra que tic-tac. ¡Maldito sonido torturador, déjame tranquilo! Pero no lo hace, siempre es fiel a mi allí donde esté, recordándome su rostro, recordándome su voz, sus palabras… necesito tiempo. Y eso es lo que yo tengo ahora, tiempo. Tengo de sobra, y por si quiero olvidarlo tic-tac. Pero lo amo, lo adoro, porque ahora comprendo todas esas expresiones: “Tempus Fugit”, “Carpe Diem”… Que importante; nuestro aliado, nuestro enemigo, nuestro fiel e inseparable compañero, desde el primer hasta el último momento de nuestras vidas, siempre estará ahí, siempre eterno tic-tac.
Y a continuación una pequeña reflexión. Hay cosas que se escapan a la comprensión del tiempo, dicen que el tiempo todo lo cura, pero ¿qué nos cura a nosotros del paso del tiempo?. El tiempo es solo algo que nos han ofrecido de forma altruista para que hagamos un uso razonable de el, porque tarde o temprano a todos se nos termina, el tiempo es infinito, pero nosotros no. Por eso, simplemente me gustaría que pensarais en como lo utilizais, porque merece la pena disfrutar de cada momento, de saborear tanto lo bueno como lo malo, de vivir de forma intensa. Que pase rápido, lento o que se pare depende de muchas cosas, pero podemos intentar controlarlo, solo hay que hacer un pequeño esfuerzo.
Desde tiempos inmemoriales,
cuando la historia no era más que un impreciso
esbozo narrado por los victoriosos, hemos existido los Bardos:
narradores, cronistas y poetas; artistas, juglares y trovadores;
tejedores de sueños que recogían mitos y leyendas,
de las canciones ancestrales, de los evanescentes sortilegios,
del arrullo del tempestuoso mar o del canto de las ninfas del bosque,
para transmitirlos durante generaciones entre aquellos
que nos quisieran escuchar, sumidos en un embrujado deleite.
Y es ahora, en esta Era donde la magia se diluye
junto con la esperanza de las gentes,
cuando nuestro pulso ha de redactar con renovada pasión
y nuestra voz resonar más allá de los sueños.
Toma asiento y escucha con atención.
Siempre habrá un cuento que narrar.
1 comentario:
Me ha gustado mucho tu entrada, y también la reflexión que haces al final, sinceramente no creo que por mucho que nos empeñemos consigamos controlarlo, pero es cierto que en ocasiones nos gustaría poder manipularlo a nuestro antojo.
Besitos.
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