Ando al borde de precipicios porque me da la gana,
y a veces lo que parece es que quiero caerme,
para saber que es verdad, que todo esto existe en serio
no sólo se queda en una realidad que sólo puedo ver
a través de unos ojos mojados por las lágrimas.
Entonces vuelvo a tener esa manía de mirar hacia atrás
cuando te tengo delante en plan ‘aquí y ahora, hostia’,
pero me acostumbro a verte en lo que éramos antes
que no me doy cuenta lo acojonante que es eso
de no poder ver el futuro pasar ante tu mirada
y claro, casi siempre lo que no has vivido
es lo que te llena de dudas, supongo.
Y te descontrolas
sí, claro que tú, ya sabes quién,
porque te suelo vestir con mis poemas y mis movidas,
aunque sabes que te prefiero desnuda y desafiante.
Que te bailas las noches a pesar de las heridas,
y no necesitas a nadie que venga a tocarte las palmas.
Todas esas vidas a las que parece que tienes que renunciar
porque sólo tienes una, porque sólo tienes esta
y está pasando, y se está pasando mogollón contigo.
Por eso cuando encuentras una que te gusta,
te encuentras y es cuando más te gustas.
Y me gustas. Y me asustas. Lo reconozco, pero me conoces
y te prefiero tan así, estás tan guapa siendo tú…
Así que te escribo uno de tantos,
(¿me volverás a leer algún día
para tocarte donde nadie más te toca?)
porque si me llega ese día de no estar
y tú te sigues encontrando en estos versos,
no habré vivido en vano, no habré muerto del todo,
porque estar vivo siempre quise que fuera esto,
una botella medio llena o medio vacía
y todas estas ganas de vivirnos cada sorbo,
sin controles de alcoholemia,
sin controles del amor.
Estar vivo es esto que tengo contigo.
“Pensaba que hacerse mayor te daba algo más de control”,
pero me doy cuenta que no es así, no es así…
y tiro p’alante porque no hay otro modo
de no caerse.
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