VIEJA
Te llamaré vieja en los próximos versos,
con el cariño de un hijo a su madre,
sin el respeto de un joven a su mayor,
y sin llamarte todavía por tu nombre,
porque aún no me he ganado tu favor.
Vieja, somos como dos desconocidos,
aunque tú siempre me viste rondarte
buscando un instante de tu atención,
ahora peinas tus canas como olvidos
como suspirando por un perdido amor.
Vieja, nunca seremos entendidos,
tú eras el fuego, la mar o el viento,
me abrasas, me derivas, me estremeces,
yo el ciego, la lágrima o las hojas secas,
te entrego mis cenizas, mi sal, mi aliento.
Vieja, te duermes en tantos rincones,
desvelas noches, despierta amaneces,
escondidos bajo la piel de un soñador,
para encontrarte desgarro las pasiones,
en tu busca me abandono a mi interior.
Vieja, tú que acunaste las estaciones,
se embriagó de tu pecho la primavera
incendiaste los veranos con tu calor,
y aquel otoño aún llora tu melancolía,
cuando el invierno muere en tu honor.
Vieja, no estés tan triste, vieja mía,
aunque mi palabra sea perecedera,
lejos queden tus alegres lozanías,
tú serás madre eterna y verdadera,