El ambiente había cambiado tanto, que de un profundo frío habían pasado a un chorreante calor, que provocaba que la bruna piel de la elfa resplandeciera, nacarada por las gotas de sudor que bañaban todo su cuerpo, ciñendo sus níveas ropas a su modelado cuerpo, resaltando sus maravillosas formas de manera más que evidente. Para el Guardián era una sensación que comenzaba a tornarse insoportable, pues portaba una pesada armadura de anillas, con hildaga sobrevesta y malla superior en la gola, sin contar con los brazales en sus miembros superiores, las grebas en las piernas y los respectivos escarpes en los pies. Las ulceraciones no tardarían en llegar, además de que contemplar a su soñadora de esa manera le creaba ciertas reacciones que no podía evitar, pero no estaba dispuesto a desproteger su cuerpo, ya que en cualquier momento podría cernirse un nuevo peligro que acometer. Sin embargo, su rostro reflejaba la extenuación de tener que soportar semejante peso con una atmósfera tan candente. Así pues, fue la Soñadora quién se adelantó, cuando sintió que no podía soportar ver a su benfactor más en ese estado. Posando una mano en su hombro y dirigiéndole una enternecida y dulce mirada de complicidad, le susurró con sensuales matices:
- Eres mi Guardián, pero te necesito entero. No hay nada que temer ya, siento la fragancia de la arena y la sal, el aroma del mar que ensancha mi alma... –tras conseguir que el elfo se detuviera, prosiguió esbozando una brillante sonrisa– Puedes despojarte de tu armadura y continuar mucho más liviano.
- Soñadora mía, necesito de esta coraza para...
- Yo sólo te necesito a ti –la dama posó su perfilado dedo sobre los labios del guerrero para que callara instantáneamente y agregó unas palabras que fueron suficiente sentencia.
- ¿Lo notas? Mi corazón arde y no es precisamente por ese asfixiante calor que estaba consumiéndome bajo mi armazón.
- En ese caso, ¿por qué ese fuego en tu interior? –ella levantó su mirada con osadía, entrando repentinamente en el juego que se había planteado.
- Porque cuando siento que tu piel roza con la mía, se enciende una hoguera de pasiones que apenas puedo controlar –hizo una pausa, para posar sus manos sobre las de ella– Aunque no sé si es conveniente.
- ¿Por qué no lo es, Guardián? –agregó la Soñadora, moviendo con sutileza su mano sobre el cuerpo del hombre.
- Podría resultar una distracción para tu búsqueda, una evasión que impidiera que no alcanzaras tu objetivo... el unicornio y con él, tus sueños –dijo esta vez, bajando levemente su mirada para centrarla en la de la elfa.
- Puede que tengas razón... –la mano se fue apartando ligeramente del cuerpo del guerrero, como si acabara de despertar de un enardecido ensueño de placer– Pero ya no logro diferenciar entre lo que es una distracción y lo que es realmente mi sueño.
- Tendremos que continuar para comprobarlo –culminó, tomando la mano de la elfa, pero sintiendo lánguidamente haber sido tan poco impulsivo– Vamos, yo también percibo ese perfume marino, que durante tantas noches he gozado en la soledad de la noche...

Y fue este ese instante tan ansiado, en el que se volvieron a mirar tras salir de su embelesamiento, para ser conscientes de ese sentimiento que se desbordaba por todos los recodos de su esencia. Puede que fuera el mar el que terminara de despertar ese trémulo anhelo que latía entre ambos y que se ocultaba velado por la búsqueda de unos sueños que ya habían encontrado. Habían estado escapando de su propia existencia, y en esa huida encontraron el camino, que lo comenzaron a remontar fundiendo sus labios en ese eterno beso que llevaban toda la vida esperando para haberse ofrecido. Sus bocas se deshicieron entre mieles y néctares, los brazos de uno rodearon el cuerpo de la otra, derritiéndose en un único ser con un mismo corazón. El sol se sumergió porque la luna también quería ser espectadora de la pasión desatada y desmedida, de como dos almas oscuras y errantes trascendían de sus deseos y sus sueños a través de sus cuerpos, hasta hacerse luminosas y únicas.
Por esta razón, esta historia finaliza y comienza aquí, porque el final del camino también es el principio, cuando ambos han sido conscientes de que estaban buscando el mismo sueño. Ese sueño que es él para ella y ella para él. Ese sueño que ahora no es momento de soñar, es momento de vivir.
Abandonaron ese mundo de fantasía para regresar al suyo, donde sabrían que se encontrarían cuando sus pasos los llevaran al linde del mar.

... una pareja de unicornios galopa sobre las aguas de los sueños cumplidos.